Nos dice la definición que Spectio -que es una palabra latín- significa: (el derecho a) mirar a los auspicios, los auspicios siendo las señales que, en el comienzo de una actividad, nos dejan presagiar su resultado. El presagio de los auspicios es una de las actividades del aparato de la visión, del campo de acción y de interpretación de lo óptico, o de la sublimación del mismo. Por otro lado, lo que se busca al poner atención sobre las señales es encontrarse con los signos. Lo muy interesante de este movimiento y esta interacción, es que al prestar atención a los signos, uno necesariamente sale de sí para asomarse sobre lo exterior, al mismo tiempo que conecta o hace palpable la unión con el exterior, quizá mejor dicho crea un no-plano de diferenciación entre lo anterior y lo siguiente. Esto tiene una implicación sobre la temporalidad que se crea. Si los planos son indiferenciados las temporalidades también. Es decir, puede convivir una imagen del futuro con una del pasado porque el signo es un boleto de entrada a una experiencia que abarca una temporalidad de plano, por así decirlo. Eso parece un poco abstracto, pero si han leído el libro, creo que saben ya a donde quiero llegar. Quiero insinuar que Spectio no solo es el resultado de un trabajo en el que mirar nos conduce a ver, sino que nos muestra “cómo” sucede la lectura de los signos: desde una entrega a lo invisible y a lo vivido, más precisamente a lo inminente de lo invisible. Si lo pensamos, mirar a los auspicios es cazar un indicio que es tan imperceptible como inminente, que está en un suceso entre el devenir y el acontecer, y que precisamente está siendo captado por la palabra. Y ahí, podemos interrogarnos si es que la palabra anticipa la experiencia o la verbaliza interpretándola. Y supongo que esta pregunta es tan ontológica como el habla y el lenguaje en si mismos. Y eso también me parece importante mencionar porque la poesía de Rocío Cerón nos obliga a escuchar su eco, nos muestra que la palabra viene de una escucha. No sé si se pueda decir que en la poesía la escucha se sitúa siempre un paso previo a la vista, pero digamos que en este libro sí mientras que la vista está en el centro de su problemática, y por lo mismo deviene sustancia en tanto es tratada como materia y no como herramienta, fin o medio.
Por otro lado, en un libro de arte, se trata de encontrar la forma que precisa el contenido que lo traduce. No es una lectura, no es una interpretación, es una traducción. ¿Por qué es una traducción? Porque es un pasaje a otro lenguaje. Es una equivalencia con los mismos medios pero con otro soporte. Si digo esta palabra, entonces esta palabra tendrá una imagen y un papel, y una tipografía que mejor la comunica. Esto es muy importante para mí, porque es lo que se desarrolla cuando hago publicaciones, y con este comentario quiero hacer ver que el papel del diseñador es decisivo en un libro en el que dialoga la imagen con el texto. El libro de Rocío no sería lo que es sin la visión de su diseñadora, Verónica Enenkel, porque ella tradujo cada sensación de la letra al formato del libro. Y es por esta razón que leeré unas palabras que Verónica escribió acerca de su aportación: Al leer los poemas de Rocío las imágenes que me alcanzaban eran las de acercamientos de algo que resonaba a naturaleza, materia, construcciones (desde una perspectiva muy personal pensaba en una bosque visto con una lupa); formas descritas desde su detalle y no su totalidad. En sus descripciones se dejaban ver los colores de aquellos. La mirada de Rocío era para mí una cámara, que iba acercándose cada vez más, hasta microscópicamente a estos objetos, para después volcarse en los colores y texturas depositados en texto; por eso la neutralidad de la portada y las figuras abstractas que significan un acercamiento cada vez más profundo.
Al plantear una realidad material, miramos al objeto más de cerca, no solamente a la gama de colores que eligió Vero que son pasteles y terrenales, sino también cómo aparece en la relación entre las imágenes y el texto la relación entre materia y modernidad, arquitectura y estructura, paisaje y tiempo, origen y fin (que me parecen claros en la última parte del libro en la que sentada en casa Barragán, Roció se presta tanto a la inmersión como al automatismo y lleva al situacionismo de su libro a un apogeo espiritual de hojas sueltas y de poemas frases que precisamente ponen en un plano de equivalencia (lo que yo llamo traducción) al espacio y a la presencia de la memoria en el presente que es la definición exacta de la nostalgia y que recurre toda la obra de Barragán.
Ahora afirmaré que Rocío es una poeta de la lectura. Me parece que lee todo el tiempo. Aclaro que para fijarse en los signos hay que ser lector. Es así que Spectio es el transcurso del tiempo de una vida que busca caminar sobre sus pasos, que atraviesa paisajes apocalípticos y devastados, que en otros momentos captura fragmentos de la historia personal en la que hay amor, encuentro, fusión, desencuentro, deseo, lectura. Mucha lectura.
El mismo libro comienza con la resonancia de la propia palabra que hace su camino a la verbalización, aglutinándose sobre las cosas, al nombramiento de un “tú” que irrumpe la descripción, de la presencia del cuerpo y del pliegue, de la historia, de un todo que es arqueología y nombra Egipto y el Renacimiento, para llegar a mirar transcurrir la luz del espacio de un arquitecto devoto.
Spectio es un libro tan complejo y maduro que es hasta problemático sintetizar porque pide la expansión y el desarrollo al análisis. Arborescencia, Miiundasïkantani 25 nomenclaturas para nombrar un paisaje, incisiones, materialidades subversivas, intervalos en el espectro visual 8 movimientos de una cavidad), observante. El programa en capítulos de Spectio es ensayístico y abarcador, su vocablo lo refleja y su intensión de sumergirse en lo inminente y lo invisible hace que Spectio termina entrando en la conciencia por el eco de la poesía que es sonoro y más lejano que el punto de vista que es visual, y entonces es más profunda la premonición del acontecer. Y creo que esa premonición del acontecer como amenaza material es realmente el corazón de la obra de Rocío Cerón.
Virginie Kastel
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